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Mamá es quien hace click: estamos pariendo crias del chupadatos

 

Por Tatiana Dias, Joana Varon y Lucas Teixeira
Colaboración Natasha Felizi

Nuestra navegación es monitoreada en varios niveles diferentes. Toda esa vigilancia mueve un lucrativo mercado de perfiles basados en estereotipos, y las mujeres embarazadas son las que valen más dinero.

 

Mujer, cerca de 30 años, habitante de una gran ciudad, interesada en tecnología, noticias y política, posible compradora de ropa y artículos para el hogar. Ese era el perfil de Fernanda hasta que el test de embarazo dio positivo. Incluso antes de la confirmación del análisis de sangre y de que le avisara a la familia, el mercado online celebraba la buena noticia, tratando de encajarle una serie de productos destinados a madres y bebés en anuncios en internet.

“De a poco fue desapareciendo de su timeline de Facebook todo lo que no estuviera relacionado con el embarazo”, cuenta. Ella se convirtió únicamente en madre, y todo el universo de internet que veía le remitía a escenas maternales. “Amigas embarazadas con quienes no tenía contacto hace mucho tiempo empezaron a aparecer en mi timeline”.

Y no fue solo eso. En Spotify, una de las sugerencias fue una canción con el nombre de su hija. El nombre también apareció en propagandas personalizadas que vio en la web. Ella conversaba sobre un tema con alguien, como un día en el que habló sobre una cuna, y el anuncio aparecía en la timeline.

Después de que su hija nació, la naturaleza de los anuncios cambió. Empezaron a surgir en la timeline de Fernanda reportajes sobre el síndrome de muerte súbita infantil, el terror de las madres novatas debido a que es una enfermedad sin explicación ni prevención, seguidos de publicidad de equipos para monitorear el sueño del bebé. Este contenido dividía el espacio con propaganda tipo “mamá en buena forma” y “reconquiste a su marido después del nacimiento de su hijo”.

Anuncio de corsé post-embarazo, presupone que, después de parir, debes entrar en la paranoia del cuerpo "perfecto". Y anuncio de cuando el algoritmo no funciona bien: filtra embarazo para mostrarte tragedias con bebes.



Eso es lo que una buena parte de la sociedad, o por lo menos de aquellos que moldean los algoritmos de Facebook y otras herramientas de marketing dirigido, piensan que les interesa a las mujeres que acaban de tener hijos. Y el contenido online, pensado y moldeado de acuerdo con criterios complejos de personalización, es un reflejo dramático de eso.

Cada vez más nuestra experiencia en internet es personalizada según nuestros clics e historial, nuestras compras y conversaciones y otras cosas que ni imaginamos. Y en caso de un gran cambio en la vida, como la llegada de un bebé, queda mucho más claro cómo los servicios online y los anunciantes usan trucos, que muchas veces no conocemos, para mostrar cosas que piensan que nos van a gustar en esa “nueva fase”.

 

Chau mujer, hola mamá


A las empresas les interesa encuadrar a las personas en perfiles específicos de consumo, especialmente en fases de mayor tendencia a las compras, como es el caso de la maternidad. Las embarazadas están en una posición de mayor vulnerabilidad con relación al consumo. Y, claro, el mercado lo sabe. En la era del Big Data se estima que cada consumidor estándar vale US$ 0,10; las embarazadas valen US$ 1,50.

El cálculo es de la socióloga estadounidense Janet Vertesi. En 2014 demostró, a través de un experimento en carne propia, que la única manera de esconder el embarazo de internet es recurriendo a la navegación anónima con Tor. Cualquier patinada en la navegación no anónima, una pasada por el foro Baby Center o una búsqueda de “ultrasonido morfológico”, por ejemplo, ya sirve para que la mujer sea encuadrada como embarazada. Y, una vez perfilada, las empresas no ahorraron esfuerzos para conquistar esa consumidora con el anuncio más dirigido posible. Las posibilidades de que se deje convencer por la propaganda son grandes.

“Eran propagandas relacionadas con la identidad”, dice Fernanda. Tiene mucho sentido, porque las mujeres atraviesan un proceso de reconstrucción de la identidad propia después del nacimiento de un hijo. Y la gente de marketing lo sabe. Forma parte del proceso de perfilamiento (o profiling, en inglés) buscar cajitas con patrones de comportamiento para tratar de encuadrar a las personas entregándoles lo que posiblemente quieren. O lo que creen que ellas quieren.

El problema es que, con internet, el nivel de detalle y el poder persuasivo de las propagandas llega a niveles cuyas consecuencias todavía son desconocidas. Los anunciantes pueden saber, por ejemplo, en qué semana de la gestación está la mujer o si alguien tiene tendencia a la depresión. Ese nivel de detalle solo es posible porque hay herramientas de monitoreo muy sofisticadas que acompañan prácticamente todo lo que se hace online. Realmente todo.

 

Vayas donde vayas, te voy a rastrear


Hay varios niveles de monitoreo. Los más obvios son los que funcionan a través de herramientas utilizadas por los usuarios. Hasta junio de 2017, por ejemplo, Google accedía al contenido de tus e-mails para ofrecer propagandas relacionadas a los temas sobre los cuales conversabas. Facebook muestra anuncios relacionados a varias de nuestras actividades en la plataforma: nuestros “me gusta”, los de nuestros amigos, nuestros posts e intereses mostrados abiertamente.

Pero las empresas también tienen otra forma de recolectar datos, más sutil y casi imperceptible para el usuario común, que rastrea los sitios web por los que navegas (el tiempo que pasaste en ellos y hasta por dónde pasó el cursor de tu mouse) y las compras que te gustaría hacer (no es por acaso que ese calzado deportivo que estás mirando con cariño te persigue por toda internet; quién sabe en algún momento te decides, ¿no?).

La facilidad de las interfaces y la mística metáfora de la “nube” nos hacen pensar que ocurre algún pase de magia y transporta datos de un lado a otro. Pero no se trata de magia: es un camino y está repleto de pequeños espías.

Cada vez que accedes a una página, junto con el paquete va un montón de información extra: la versión del navegador y sus plugins, la región desde la cual estás accediendo y hasta la posición del giroscopio de tu celular. Esa recolección desenfrenada no es provocada necesariamente por la maldad de las personas, sino por el desarrollo de internet, que siempre priorizó la adopción de nuevas tecnologías en perjuicio de la privacidad. Esa información, sin embargo, fue demostrando ser bastante valiosa para la industria, que lograba tener una buena noción de quién estaba al otro lado de la pantalla.

Pero esa recolección no se detiene allí. Programas “trackers” pueden extraer una vasta gama de otra información sobre ti y tu navegación.

Así, cuando Fernanda accede a un sitio web, su navegador no solo baja el texto y las imágenes de la página, sino que también ejecuta una serie de programas embutidos en el sitio en forma de archivos javascript, flash y otros formatos de script. Esos programas logran acceder y procesar datos tanto de la propia página (para crear animaciones, efectos y funciones) como del sistema de tu dispositivo y mandar esos datos de vuelta al sitio web. Todo eso es usado por las empresas de tracking para monitorear las actividades online de Fernanda.

Créditos de la infografia: Daniel Roda, Joana Varon y Tatiana Dias
 

Un estudio creciente de los investigadores Steven Englehardt y Arvind Narayanan, de la Universidad de Princeton, permitió saber más sobre los actores de esa industria. Analizando un millón de sitios web de todo el mundo, los que tienen los mayores números de visitantes, según el ranking de Alexa, los investigadores encontraron decenas de miles de scripts diferentes. Un pequeño grupo de empresas (como Google, Facebook y Twitter) están presentes en un gran número de esos sitios, lo que indica que esa industria es dominada por pocos actores de peso.

Si el nivel de información que se puede extraer de los navegadores ya es peligroso, en las aplicaciones de celulares la situación es más crítica, ya que los permisos de acceso a diversas informaciones del dispositivo tienden a ser más amplias (“¿por qué esa app de linterna quiere permiso para acceder a mi agenda?). Además de eso, la información puede seguir recogiéndose independientemente de si la aplicación está abierta en la pantalla o no.

También hay pruebas de que las empresas también están monitoreando lo que escribimos en mensajes privados en el WhatsApp y hasta cuando hablamos cerca de los micrófonos de nuestros celulares o computadoras o, en el peor de los casos, siguiendo la tendencia de que los dispositivos de la llamada “Internet de las Cosas” se multipliquen, hasta en toda la casa.

Fernanda y el marido incluso veían los mismos anuncios relacionados, una coincidencia que dejó de ocurrir cuando los dos desconectaron el micrófono de la aplicación de Facebook de sus celulares.

 

Anónimo, pero solo hasta cierto punto


Las empresas aseguran que la recolección de datos siempre se hace de forma anónima, pero es posible identificar un usuario específico en medio de la multitud. Cuando Fernanda crea una cuenta en una plataforma e introduce sus datos personales, o agrega su número de celular en una aplicación, es fácil entender que sus accesos y acciones están vinculados a su perfil. Sin embargo, las empresas que hacen las plataformas de monitoreo desarrollaron formas de identificar personas en la web sin que ni siquiera inicien una sesión. Y, una vez más, ese monitoreo se realiza a través de ellos: los trackers. Se estima que cada sitio web tiene, en promedio, 20 trackers rastreando las actividades de los usuarios.

Mediante una técnica llamada fingerprinting,los trackers, como su nombre lo sugiere, crean una huella digital de todos los datos que logran juntar sobre el navegador: la versión, el tamaño de la pantalla, los plugins, las extensiones, las API, etc. Esa huella digital permite saber que quien está entrando al sitio X es la misma persona que entró en el sitio Y. De esa manera es posible saber que Fernanda es mujer, madre, que también le gusta la tecnología y que suele hacer compras online. Basta hacer login en uno de los sitios donde se haya registrado y... ¡listo!, ya es posible vincular su historial de navegación de todos los otros sitios web a su nombre de usuario desde donde inició una sesión.

En principio, esa información parece banal e inútil. Sin embargo, la comunidad técnica y de ciencias de la computación coincide en sostener que incluso pocos datos que se refieran a los hábitos o comportamientos de una persona, cuando se combinan, pueden identificarla con mucha precisión, o destacarla de la multitud a partir de características colectivas como etnia, situación económica, condiciones de salud y posiciones políticas.

“Hay solamente 6,6 mil millones de personas en el mundo, entonces se necesitan solo 33 bits de información sobre una persona para determinar quién es.” Arvind Narayanan, investigador, en su sitio web dedicado a la (des)anonimización de datos



Además, hay un conjunto de técnicas que permite que se cruce información entre diferentes dispositivos (el llamado cross device tracking). Estas técnicas sirven, por ejemplo, para mostrar que esa visita al sitio web a través de una notebook fue realizada por la misma persona que usó el celular para pedir un taxi y, también, para mostrar el mismo anuncio en los dos aparatos.

 

Perfiles en venta


Determinar quién es el público es la mejor manera de ganar dinero con él. Y el profiling es una de las técnicas más usadas para eso, porque los patrones y tendencias pueden extraerse con facilidad de un gran volumen de información a través de minería de datos.

Grosso modo, los perfiles no identifican a nadie individualmente, pero se usan para encajar a las personas en categorías. Las personas que programan el algoritmo pueden determinar previamente estas categorías (un abordaje top-down) o las categorías también pueden surgir de correlaciones obtenidas cruzando atributos de uno o más bancos de datos y entonces interpretadas por especialistas o profesionales del área (un abordaje bottom-up).

“Su principal objetivo no es producir un saber sobre un individuo identificable, sino usar un conjunto de informaciones personales para actuar sobre individuos similares”, dice Fernanda Bruno, doctora en comunicación y profesora de la UFRJ, en su libro Máquinas de ver, Modos de Ser. “Además, el perfil actúa como categorización de la conducta, buscando la simulación de comportamientos futuros”.

Una de las líderes en ese sector en Brasil es Navegg. La empresa monitorea cerca de 400 millones de personas y tiene scripts en 100 mil sitios web. Prometiendo a los clientes una “visión holística del internauta”, Navegg ofrece diversos servicios de inteligencia de datos, behavioral targeting (monitoreo de comportamiento) y de análisis de perfiles de navegación.

La empresa es una de las pocas del ramo que cuenta con la posibilidad de que el usuario verifique cuál es su propio próprio perfily, si así lo desea, dejar de ser monitoreado. La posibilidad es una buena práctica de la empresa, ya que en Brasil no existe reglamentación para definir ese tipo de límite de monitoreo. La empresa no respondió las preguntas enviadas por Chupadatos, pero su sitio web ofrece información relevante.

Navegg “analiza y segmenta internatuas según doce criterios: género, edad, escolaridad, clase social, estado civil, contenidos de interés, intención de compra, comportamiento, marcas, área de actuación, tecnología (conexión, dispositivos, navegadores, sistemas operativos) y localización (país, ciudad y región)”. Así, la empresa puede haber analizado a Fernanda y determinado que:

- Ella se encuadra en el segmento Paternidad (“internautas que acceden a contenido para la educación de los hijos, cuidado de bebés, embarazo, entre otros”) por haber visitado sitios de significado de nombres o realizado búsquedas sobre síntomas o condiciones específicas del embarazo.

- Fernanda también hace búsquedas frecuentes sobre temas relacionados con programación y tecnología, entonces se encuadra en la categoría Desarrollo de software (“internautas que acceden a sitios web sobre desarrollo de software, lenguajes de programación, bancos de datos, redes informáticas y seguridad de la información, etc.”).

- Su trabajo en una ONG probablemente la incluye en el segmento Causas sociales (“internautas que acceden a contenido sobre causas sociales, caridad y filantropía, entre otros”).

Junto con el avance de las tecnologías de monitoreo y data mining se viene desarrollando una industria asociada, la del tracking, para recoger, procesar y revender esos datos, creando vínculos entre los diferentes bancos de datos.

Son los llamados data brokers, o “corredores de datos”. Comprando y vendiendo datos generados en la red y fuera de ella (como en registros de tiendas, servicios de protección al crédito e incluso programas sociales del gobierno) esas empresas lograr generar y segmentar a la población de una manera todavía más precisa. Así, las compras de Fernanda en el supermercado y la farmacia, donde usa su tarjeta de fidelidad para obtener descuentos (o incluso su tarjeta de crédito) pueden haber contribuido para que se le ofrecieran productos para embarazadas.

 

Fantasmas y estereotipos


Normalmente, los perfiles generados corresponden a los comportamientos, embarazos y bebés existentes. Pero en algunos casos no, como por ejemplo cuando se producen abortos espontáneos. En su libro "Healthcare and Big Data - Digital Specters and Phantom Objects", la socióloga británica Mary Ebeling describe cómo el mercado mantiene vivo un bebé que ya murió a través de datos, propaganda dirigida, newsletters y otros tipos de estrategias comerciales.

Es un “marketing baby”. “Un bebé relleno de deseo”, dice. Deseo de ropa, leche en polvo, silla para el coche, almacenamiento de células tronco del cordón umbilical y otro tipo de productos y servicios ofrecidos incesantemente a su madre, aunque el bebé no haya llegado a nacer. La investigadora, que vivió eso en carne propia, recogió historias de otras mujeres que trataron de librarse, en vano, de las ofertas para un niño que nunca nacería. Hay casos de bebés de marketing que nacieron después de la creación de un perfil en un foro de madres, otros registros en farmacias y, en todos los casos, las mujeres tuvieron dificultades para salir de los perfiles en los que fueron incluidas, incluso sin haber tenido a sus bebés.

Como no hay control de la manera como los datos se recogen y se ceden a terceros, la simple eliminación del registro o el login inicial que encuadró a las mujeres en el perfil de “madres” no alcanza para cambiar el estatus. En el libro, la autora muestra la complejidad del sistema y la falta de poder de las usuarias sobre su propia información, que es utilizada para encuadrarlas en un perfil en el que ya no están más (o no quieren estar).

Las situaciones descritas por Ebelin son uno de los aspectos más crueles de los sistemas de profiling, pero también hay otras consecuencias. Como se trata de un proceso de doble mano, que es alimentado por el comportamiento de los usuarios y también alimenta esa misma lógica mostrando contenido y anuncios relacionados con esos mismos temas, termina exacerbando comportamientos y patrones que ya existen en la sociedad.

En el caso de la maternidad, por ejemplo, refuerza y exacerba los papeles predeterminados por la sociedad patriarcal de la mujer como principal cuidadora y responsable por los hijos (y después, de reconquistar el cuerpo previo al embarazo y el propio marido, según los anuncios vistos por Fernanda). “No solo proporcionan información que dice qué somos, sino que también envían de vuelta cosas que retroalimentan ese perfil”, dice Fernanda.

Cuando Fernanda se dio cuenta del nivel de monitoreo y del retorno de marketing, ella conversó con su compañero, el padre del niño. A pesar de que él buscó información y productos relacionados con la paternidad y con bebés, se mantuvo casi inmune a los anunciantes. “Yo creo que es porque él es un hombre”, sugiere Fernanda. Para el mercado, a los hombres no les interesan los hijos.

"Solo se nos somete a cosas que refuerzan esas mismas características. Porque eso es mejor para el mercado. Cuanto más exacerbado es un perfil, más fácil es vender cosas”. Fernanda*, 31, madre e investigadora en el área de tecnología y sociedad



Las mujeres son clasificadas y representadas históricamente de modo tal que sirvan, de una forma u otra, al patriarcado. Ya sea como objetos sexuales o cumpliendo un papel específico, madre, abuela o profesional exitosa, la representación femenina siempre está vinculada a estereotipos, con poco espacio para admitir más complejidad. “La tecnología permite que se agrave una cosa que la sociedad ya tiene. De repente me convertí en una mujer madre que no quiere saber más sobre política y tecnología”, dice Fernanda.

Además de reforzar estereotipos, lo que por sí solo ya es preocupante, la clasificación en perfiles también tiene consecuencias políticas, ya que las mismas técnicas pueden usarse para identificar posibles manifestantes o disidentes políticos, por ejemplo.

Los recientes casos de policías infiltrados en apps para investigar a posibles activistas, como el de "Balta Nunes" en San Pablo, Brasil, y una página en Facebook que fingia ser parte del grupo Maré Vive, en Río de Janeiro, muestran que no hay muchos límites para la vigilancia. Con la facilidad de monitoreo e identificación creada por el mercado, el Estado también puede aprovechar la vigilancia sobre nuestra navegación.

Y eso puede ir mucho más allá de los anuncios no solicitados. Existen pruebas de que el uso de herramientas sofisticadas de profiling y análisis de datos a gran escala fueron fundamentales para la victoria de Donald Trump en las últimas elecciones en los EE. UU. Y la cosa puede empeorar: ese tipo de herramienta tiene el potencial de exacerbar el autoritarismo, dando margen al ascenso del fascismo.

Hay gente que dice que eso ya está pasando - Kate Crawford, investigadora de Microsoft, es una de ellas. Ella menciona como ejemplo un software chino que dice ser capaz de identificar posibles criminales a partir de un rostro (un retorno atemorizante y masivo a la frenología, pseudociencia enterrada en el siglo XIX) y una empresa llamada Faceception que afirma reconocer, también a través del rostro, el comportamiento y el perfil social de una persona.

Esto permite tener una idea de lo que podría ocurrir si toda esa tecnología cae en las manos equivocadas: el marketing invasivo es tan solo el principio.

 

Como esquivar todo ese monitoreo


Hasta hoy, Brasil no tiene una ley de protección de los datos personales, lo que hace todavía más difícil saber qué tipo de información sobre nosotros están guardando las empresas. Pero el escenario puede cambiar: está en debate en la Cámara de Diputados el PL5276/16, uno de los proyectos de ley de datos personales que tiene el mayor potencial para solucionar parte de estas cuestiones.

Si se lo aprueba, va a asegurar que el uso de esos datos se haga mediante consentimiento informado y en concordancia con algunos principios, como el de la finalidad, la necesidad y la proporcionalidad (o sea, que tus datos solo puedan usarse para el mismo fin para el cual los cediste). También va a garantizar que la anonimización sea eficiente, impidiendo que el uso de los datos pueda causar algún daño, e incluso prevé algún mecanismo de control y resarcimiento en caso de daños.

Para ayudar a impulsar ese proyecto de ley, la Coalición de Derechos en la Red está movilizando y compartiendo información mediante la hashtag #SeusDadosSaoVoce (Tus datos son tú): sigue y colabora compartiendo y ayudando a más gente a entender la importancia del tema.

Mientras la ley no llega, nuestra navegación sigue desprotegida y clasificada, encuadrada y vendida por empresas. Sin embargo, es posible adoptar algunas medidas para tratar de esquivar toda esa vigilancia.

1. Usa bloquedores de anuncios y trackers en tu navegador. En Android, Block This es una solución libre, gratuita y cross-browser/cross-app (pero no disponible en la Play Store, ya que Google la eliminó de su tienda; debe instalarse a través del sitio web) y otra opción es el AdGuard (gratis por 14 días). En Firefox, usa Privacy Badger y uBlock Origin. Para el iOS existe Better (pago, enfocado en bloquear behavioral tracking, en Safari) y Firefox Focus. Para Chrome y Firefox, instala tanto el uBlock Origin (que actúa a través de listas de URL que alimentan anuncios/trackers/malware, mantenidas por voluntarios) como Privacy Badger (actúa con una inteligencia interna que bloquea scripts que monitorean en diferentes sitios web, no depende de listas). Para todas las plataformas existe Brave que además de bloquear anuncios y trackers propone un método alternativo de pago a los sitios web.

2. Mantén perfiles separados del navegador para diferentes tareas. Consejos de cómo hacerlo en Firefox y en Chrome;

3. Restringe las Cookies: deshabilita flash cookies o super cookies en las configuraciones del navegador, habilita la autodestrucción de cookies, que hace que las cookies se destruyan en cuanto cierras la ventana (solo para Firefox).

4. Navega con el Tor. En lugar de bloquear los trackers, por el hecho de anonimizar la navegación, el Tor imposibilita que se establezca un vínculo entre tú y tus pasos. Para la computadora, puedes bajarlo desde torproject.org; en Android debes instalar las apps Orfox (el navegador) y Orbot (el proxy);

5. Prueba. ¿Adoptaste alguna de estas medidas? Prueba la seguridad de tu navegador usando panopticlick [https://panopticlick.eff.org/]. Teste. Tomou alguma dessas medidas? Teste a segurança do seu browser usando o panopticlick.